El más bello poema
que puede existir
es el de tu manos
surcando tu vientre
aproximándose tímidamente
a la vereda curva de
tus caderas,
rondando con suave
dulzor
aquel ropaje,
aquel encaje,
aquel pasaje,
que rellena de seda e
ilusión
las vocales de tu armonía
íntima,
que busca como una
mariposa de su capullo
separarse de tu
cuerpo
para volar ciegamente
sobre el campo de mi
anatomía
y suscitar la danza
pura
que lleva roncamente
a nuestros delirios
de pureza y sudor,
del suave rocío miel
a romper en un coro
de angustias
alienándonos de
nosotros
mostrándonos como
pétalos abandonados
llenándonos de ti y
de mi
para susurrar en el
oído del atónito orgullo
que los cuerpos que
hemos ocupado
han violado
la temperamental ley
del tiempo
terminando por volver
a cultivar
las rosas tristes
en los punteros del
reloj
en la clavija del
calendario.
GAMO