De tus ojos
claros, profundos,
inocentes…
De los mios
atontados,
embriagados,
alucinando,
imaginando.
De tu mirar
verde como el campo
de las ilusiones
adornado con un
tierno puntal
que llega a tu alma,
desconocida
intrigante y
soñadora, tal vez.
De tan sólo dos
palabras
o tal vez más,
sólo ellas, ruedan
como bicicletas de agua
dentro de mi
desorientada conciencia
y buscan ver caer de
tus labios
una miel acogedora
una sonrisa ligera,
un soplo de si.
Tu piel
suave y blanca, como
tu voz,
el violín de tu voz silenciosa
y armónica
que tararea
místicamente
el ritmo acelerado de
mi purpúrea rosa
que no sabe detenerse
no sabe disimular.
Te veo llegar,
te vi llegar,
azul como el viento
surcando montañas
rompiendo mi estable
condición
danzando en
acaramelados vaivenes
mientras tus pasos,
nebulosos,
rítmicos y
afrodisiacos
quiebran el éxtasis
de mi pecho
sonante cual tambor
de guerra.
Mi rubicundez busca
incesantemente
hacer cumplir la
promesa, de la noche
donde tus ojos
gobernaron dictatorialmente
todas las intenciones
de mi,
donde tu sonrisa,
cual luna llena
a licántropo,
me hizo estar fuera
de mi,
para no dejar de
pensar en ti.
Y vuelvo a tus ojos
sostenidos de la mano,
mientras caen sutilmente
por el borde pálido
de tu mejilla,
mientras miran en su
gris verdor
la luz tímida de la
noche
que te hace ser en tu
azul
la orquídea blanca
que mis sueños vela.
Gamo