sábado, 26 de mayo de 2012

Lluvia


A veces miro por mi ventana
y te veo dulcemente galopando
sobre los tiernos bustos de nuestra madre
recorriéndola por todos sus rincones
bañándola de alegre melancolía.

Te miro mientras tú me miras
desde lo alto de una corona de algodón
y me recuerdas lo pequeño que soy
frente a la gran inmensidad
que tu bendito viaje, surcando aves y hojas,
trae a las raíces de mi fulgurante andar.

Eres la miel que llega
 para abrigar nuestra conciencia
y devolverle el verdor del campo
 que nuestras botas
arrasan sin pensar, sin amar.

Eres el canto que envuelve mis oídos
y remueve mis entrañas con latidos
de un amor incomprensible
hacia tanta belleza que logras dar
con tus cálidos colores de románticas anécdotas
firmadas y acompañadas por tu suave acariciar
y tu húmedo deleitar.

Eres simplemente el clímax
de una conjunción natural
que rodea los misterios del hombre
y baña de lágrimas
las miradas de los amantes.
De los que fueron, los que son
y los que quieren ser.

Eres la tinta diáfana que golpea
la hoja seca de un árbol de recuerdos
y rompe con su rocío
aquel silencio que quedo guardado
en nuestros corazones.

Eres el alimento del alimento
que nutre con oraciones volátiles
aquellas consignas que lanza el viento
para recordar que ahí esta
que aún existe, y que lo hemos olvidado.

Eres la memoria de un mar recio
que busca recuperar con su volar
aquello que le hemos quitado,
la virginidad que le hemos robado,
el respeto que hemos dejado.

Eres, mientras te miro
la sangre que llega rauda
a los pies de la orquídea insaciable
para darle un breve golpe de agua
que la hará despertar de su somnolencia.

Sibilante lluvia, compañera de alcoba
te veo y me enamoro
me arropo y te respiro
me inunda la calidez de tu llegada
el reencuentro que evocas.

Te miro nuevamente desde mi ventana
y veo como me llamas a escribir
susurrándome al oído
“Estoy aquí, y he venido para recordarte
que los grandes, también lloramos”.


GAMO


miércoles, 2 de mayo de 2012

Dejemos


Dejemos caer ahora
los tipos de imprenta azul
sobre los adoquines de papel
que a diario conjugan nuestras historias.

Dejemos volar ahora
la nube brillante tras nuestros párpados
que abatidos por un sol durmiente
nos muestran el rojo sentir del alma.

Dejemos correr ahora
cada blanco disparo de alegría
sin importar a quién le de
sin importar de quién provenga.

Dejemos flotar ahora
las celestes vocales del cielo
sobre los tiernos pastos
de nuestro canto diario.

Dejemos de mirar al costado,
donde se encuentran los arrecifes negros
de pútridas comparaciones e igualaciones
que llenan de insultos y oprobios
los espejos de nuestras mañanas.

Dejemos de correr tras ese corcel
que nos ofrece mirar las copas de los arboles
a cambio de nunca más poder
sembrar una flor.

Dejemos de apoyar nuestros remos
sobre océanos que no nos pertenecen
y que sólo nos permiten avanzar
rompiendo los hielos de la solidaridad.

Dejemos que nuestros cabellos
se dejen caer libremente sobre el viento
y que ningún huraño espino
intente sofocar su viaje por las cumbres
del deseo y la consecuencia.

Dejemos de dictar leyes morales
sobre asuntos que bajo nuestras sábanas
parecen tomar jarrones de amnesia
para vomitar lombrices de inconsecuencia.

Dejemos ya de teñir los bosques de verde,
sin permitir que las tonalidades del cielo
permitan ver el arcoíris de colores que le dan
el aroma de la diversidad y la comprensión.

Dejemos de alzar agudas lanzas
hacia la cabeza de nuestra madre
que nos da la vida, la luz y el néctar,
que permite llevar nuestras piernas
hacia las costas sin riquezas.

Dejemos ya esos cuervos que invaden nuestras tripas
llenándonos de penas y sufrimientos,
consumiendo la miel de la vida
y dejando pasar por nuestro lado
el enorme rio de la felicidad.

Dejemos de pensar que la madurez nos traerá la felicidad,
 la fruta que vive esperando la madurez
tarde se da cuenta que su llegada
la hizo estar en tierra, oradada
de envidiosos y hambrientos gusanos.

Deja tu ya de vaciar tus bellas nubes
con lluvia de nostalgia,
pues sólo lograrás que unos cuantos mercaderes
suban a sus balsas, y sobre tus lágrimas
naveguen para llegar orgullosos
al muelle del “que dirán”.

Dejemos de pensar en vivir
y tomemos las riendas de un carro
que sólo nosotros podemos guiar
y hacer volar.

Dejemos ya las cosas del mañana
y bebamos con jolgorio
unas buenas copas del presente
mirando con orgullo
el caer de las hojas secas
del árbol de nuestra vida
nuestro pasado
nuestro camino andado.

GAMO