Dejemos caer ahora
los tipos de imprenta
azul
sobre los adoquines
de papel
que a diario conjugan
nuestras historias.
Dejemos volar ahora
la nube brillante
tras nuestros párpados
que abatidos por un
sol durmiente
nos muestran el rojo
sentir del alma.
Dejemos correr ahora
cada blanco disparo
de alegría
sin importar a quién
le de
sin importar de quién
provenga.
Dejemos flotar ahora
las celestes vocales
del cielo
sobre los tiernos
pastos
de nuestro canto
diario.
Dejemos de mirar al
costado,
donde se encuentran
los arrecifes negros
de pútridas
comparaciones e igualaciones
que llenan de
insultos y oprobios
los espejos de
nuestras mañanas.
Dejemos de correr
tras ese corcel
que nos ofrece mirar
las copas de los arboles
a cambio de nunca más
poder
sembrar una flor.
Dejemos de apoyar
nuestros remos
sobre océanos que no
nos pertenecen
y que sólo nos
permiten avanzar
rompiendo los hielos de
la solidaridad.
Dejemos que nuestros
cabellos
se dejen caer
libremente sobre el viento
y que ningún huraño
espino
intente sofocar su
viaje por las cumbres
del deseo y la
consecuencia.
Dejemos de dictar
leyes morales
sobre asuntos que
bajo nuestras sábanas
parecen tomar
jarrones de amnesia
para vomitar
lombrices de inconsecuencia.
Dejemos ya de teñir
los bosques de verde,
sin permitir que las
tonalidades del cielo
permitan ver el arcoíris
de colores que le dan
el aroma de la
diversidad y la comprensión.
Dejemos de alzar
agudas lanzas
hacia la cabeza de
nuestra madre
que nos da la vida,
la luz y el néctar,
que permite llevar
nuestras piernas
hacia las costas sin
riquezas.
Dejemos ya esos
cuervos que invaden nuestras tripas
llenándonos de penas
y sufrimientos,
consumiendo la miel
de la vida
y dejando pasar por
nuestro lado
el enorme rio de la
felicidad.
Dejemos de pensar que
la madurez nos traerá la felicidad,
la fruta que vive esperando la madurez
tarde se da cuenta
que su llegada
la hizo estar en
tierra, oradada
de envidiosos y
hambrientos gusanos.
Deja tu ya de vaciar
tus bellas nubes
con lluvia de
nostalgia,
pues sólo lograrás
que unos cuantos mercaderes
suban a sus balsas, y
sobre tus lágrimas
naveguen para llegar
orgullosos
al muelle del “que
dirán”.
Dejemos de pensar en
vivir
y tomemos las riendas
de un carro
que sólo nosotros
podemos guiar
y hacer volar.
Dejemos ya las cosas
del mañana
y bebamos con
jolgorio
unas buenas copas del
presente
mirando con orgullo
el caer de las hojas
secas
del árbol de nuestra
vida
nuestro pasado

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