Ya a los lejos
resuenan los ladridos
de sabuesos con alma
de metal frío
que buscan con
fanfarria imperial
el licor negro que a
sus garras embriaga.
Sus narices azul y
rojas cruzan mares
y océanos, olfateando
el temor
de inocentes rosas
parapetadas
en sueños inconclusos
de una tierra
donde no decidieron
nacer.
La angustia apaga el
sol naciente
sobre el desierto
bañado por la historia
de un pueblo amalditado
por el oro negro.
Mientras los
caudillos del perro mayor
clavan en sus mapas
de trece franjas
las yemas de sus
dedos mustios, que darán
una nueva página roja
al calendario gris
de la pobre
existencia humana.
Federico Paz
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