lunes, 19 de agosto de 2013

Sin Costa

Eran aquellas trágicas lágrimas de la luna
que caían consonantes sobre el frío farol
las que arroparon el viaje de una noche
del sendero sin huella.

Eran dulces y amargas
tiernas y amarillas
flotantes, marginadas del rocío
fulgurantes sin razón.

Meridianas en su caída
 y confluyentes en su sentir,
sibilantes en cada paso recorrido
rugientes de pasión.

Eran aquellas prodigas lágrimas de la luna
que aullantes rompían un tímpano impuro
las que colgando en vaivenes sinuosos de duda
cortaron las sogas de un puente sin bordes
un mar sin costa, un poema sin nombre.

Federico Paz

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